miércoles, 1 de agosto de 2007

Circo del Sol

Pocas ganas de escribir después de unos días perdido en Asturias. Primera parada en Beleño, en algún lugar de la montaña al que llegamos tras atravesar el desfiladero de los Beyos, donde habitan unas ninfas conocidas como Xanas; donde, para no perder la costumbre, imaginaba emboscadas y batallas sucedidas hace 1300 años; y donde Álex fue un anfitrión excelente.

Después, a Gijón, con el tiempo justito para ver el Circo del Sol con su espectáculo Alegría. Sintele se reirá porque voy a decir lo mismo que dije del Summercase: No es para tanto. Ya es la segunda vez que lo veo (Dralion fue mi "primera vez" hace un par de años) y sigo pensando que merece la pena y que es un placer estético independientemente de las inclinaciones faranduleras que se tengan (y que en mi caso son pocas). Sin embargo (qué cascarrabias me estoy volviendo), vistos dos espectáculos, me parece que juegan sobre seguro y, sobre todo, que el público, al entrar, ya está pensando que al salir tiene que haberle encantado. La primera ovación es tan cerrada que parece la última, y al terminar parece la multitud se pone en pie para aplaudir porque es lo que hay que hacer. Y no, está muy bien, música en directo, vestuario cuidadísimo, precisión milimétrica en los movimientos, algún número de transición (la tormenta) tan sencillo como impresionante... pero cierta sensación de "esto ya lo he visto" en varios momentos. También cuidan mucho la infraestructura, baños perfectos, carpas decoradas... pero cuatro euros por una salchicha normal y corriente (de las pequeñas) en Pan Bimbo del super a la que llaman perrito. Un espectáculo sí, y arte; pero también (y quizá más que otra cosa) un negocio.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Jeje, se te ha olvidado decir por qué funciona el negocio....igual que por qué el Summercase es "tan una pasada"!jajaja.