domingo, 24 de febrero de 2008

Los Coronas

Ayer fuimos tres (y aunque parezca mentira podíamos haber sido menos) los que fuimos a Salamanca, al Corrillo, a ver un concierto de Los coronas. No sabía mucho de ellos hasta ahora, solo había escuchado un disco suyo (The lively sound of Los Coronas) allá por los tiempos en que Tarantino me enganchó al surf-rock. Digo "hasta ahora" porque después del concierto, por unanimidad, nos hemos hecho fans. Muy buenos, muy divertidos.




Llegamos pronto, porque yo pensaba que era a las 10, pero no; hasta las 11:30 no empezaba la cosa. Los del Corrillo, que ofrecían un programa de cena y concierto por creo que eran 31 euros. Como para sentarnos de mantel íbamos tarde nos fuimos en busca de una tapa. A las 11:30 ya habíamos vuelto, y menos mal, porque empezaron muy puntuales. Unos treinta y cinco minutos del tiron, son decir ni hola, pero con la gente entusiasmada. Y con razón. De títulos de canciones no hablo porque no las sé; de sonido, que son impecables, y eso que teníamos nuestras dudas al ver la parte baja del Corrillo; de las canciones, que son entretenidas; de ellos, que son unos cachondos; del público, entregado. Con una batería sencillita, pero muy rítmica (¿cómo no serlo?) y con mucha presencia (que no volumen), bajo, dos guitarras y una trompeta que yo decía (y luego confirmamos) que era la de Marlango, fueron poniendo poco a poco a la gente de pie (mérito tuvieron los bailes que se marcaron en el poco espacio que tenían) hasta que llegó el descanso. Media horita en la que varios nos acercamos a comprar el cd y unos cuantos el vinilo de Surf Tenochtitlan (que vendían ellos mismos, por cierto).



En la segunda parte, bastante más larga (hora y cuarto, más o menos) ya sabíamos lo que teníamos que esperar, más de lo mismo, si se quiere (con blues incluido), peo muy bien hecho. Por el camino, guiños a Day Tripper, a una canción que a nosotros nos recordó a los Punkats pero que debe ser algún clásico americano, a la típica trompeta taurina tan nuestra, y a Fernando Fernán Gómez, en la última canción y con el público gritando "¡a la mierda!". Entre los bises nos explicaron (nos lo estábamos preguntando) que llevaban camisas japos (que las llevaban) porque habían pasado en último mes y medio en un monasterio shaolín para ser maestros del surf, comiendo agua, pan y cacahuetes, y meditando mucho mucho. En menos palabras: Si vuelven, voy.

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