Ahora sé más sobre Afonso Henriques, sobre Manuel I, el Afortunado, sobre la leyenda de Pedro e Inés y sobre un montón de cosas relacionadas con Portugal.
El castelo de Sao Jorge, con la obligada foto a Lisboa desde su muralla, ha sido uno de los lugares más interesantes (batallas, conquistas, traiciones...)
Pero, aunque la foto no le hace justicia, lo mejor fue la visita a las Berlengas, un archipiélago pequeño, a doce kilómetros de la costa de Peniche, reserva natural y custodia del forte de Sao Joao Baptista
Bajo mis pies, la mayor de las islas Berlengas, casi una montaña sobre el mar (la caminata cuesta arriba y cuesta abajo es de cuidado, pero merece la pena). En la foto, la fortaleza, actualmente sede de los Amigos de las Berlengas, que consiguieron la declaración de reserva y que exploran sus fondos y sus cientos de grutas. Ahí se quedan a dormir si es necesario y dejan pasear por el fuerte poniendo como única condición que no se hurgue en las estancias ocupadas. Antiguamente, monasterio que los piratas franceses, ingleses o marroquíes asaltaban cada poco porque caída de camino cuando iban a esconder sus tesoros a las cuevas. Si el día está claro, casi se alcanza a ver la costa de Portugal, pero con la mar revuelta no hay quien se acerce, así que de ayuda, nada. Los monjes se acabaron cansando de tanto palo y cerraron el garito hasta que, un par siglos más tarde y con más sentido común, los portugueses lo convierten en fortificación como punto defensivo estratégico. Y no me lo invento.
El castelo de Sao Jorge, con la obligada foto a Lisboa desde su muralla, ha sido uno de los lugares más interesantes (batallas, conquistas, traiciones...)
Pero, aunque la foto no le hace justicia, lo mejor fue la visita a las Berlengas, un archipiélago pequeño, a doce kilómetros de la costa de Peniche, reserva natural y custodia del forte de Sao Joao Baptista
Bajo mis pies, la mayor de las islas Berlengas, casi una montaña sobre el mar (la caminata cuesta arriba y cuesta abajo es de cuidado, pero merece la pena). En la foto, la fortaleza, actualmente sede de los Amigos de las Berlengas, que consiguieron la declaración de reserva y que exploran sus fondos y sus cientos de grutas. Ahí se quedan a dormir si es necesario y dejan pasear por el fuerte poniendo como única condición que no se hurgue en las estancias ocupadas. Antiguamente, monasterio que los piratas franceses, ingleses o marroquíes asaltaban cada poco porque caída de camino cuando iban a esconder sus tesoros a las cuevas. Si el día está claro, casi se alcanza a ver la costa de Portugal, pero con la mar revuelta no hay quien se acerce, así que de ayuda, nada. Los monjes se acabaron cansando de tanto palo y cerraron el garito hasta que, un par siglos más tarde y con más sentido común, los portugueses lo convierten en fortificación como punto defensivo estratégico. Y no me lo invento.
3 comentarios:
Bonitas vistas, no cabe duda!
Ah, y muy interesante la historia de las Berlangas.
Con esto me da que el síndrome post-vacacional va a ser muy acusado xD
Ciao
Los tranvías, ah, los tranvías; yo me dejé perder por uno y al bajar no podía soltar su mano.
Ya os contaré más cosas cuando os vea...
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