Y aquí un buen día hubo una guerra, y aquí un buen día se terminó, y aquí, un buen día, muy despacio, con mucho trabajo, mucho esfuerzo de unos pocos, empezó a brotar la hierba en una esquina del desierto y fue mérito de todos [...], tanta gente pequeña, empeñada en sobrevivir en un país pequeño, y pobre, y atrasado, donde no se cumplen las leyes físicas, donde la aritmética es opinable, moldeable como la plastilina, donde se divide entre todos el mérito de unos pocos y la responsabilidad de unos pocos se multiplica por todos para que nadie tenga nunca ningún mérito ni responsabilidad alguna.
Almudena Grandes, El corazón helado
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