Mucha gente me ha hablado, o con mucha gente he hablado estos días, de la igualdad, la paridad, las leyes al respecto y lo muy buenas o muy malas que son o pueden llegar a ser. La verdad es que es un tema del que hablo un poco de oídas (lo digo bajito para que no me lo echen en cara más tarde), pero, por lo poco que sé, no sé si acaba de convencerme. No sé hasta qué punto la igualdad se puede alcanzar a legislazo puro y duro. Quizá una solución más adecuada pase por desarrollar medidas que favorezcan la igualdad más que imponerla a decretazo limpio. Entre otras cosas, porque una discriminación positiva forzosa implica necesariamente y guste o no, una discriminación negativa, lo que ya ni suena tan bien ni parece tan buena idea.
Sobre el mismo tema, pero en otro ámbito, también tuvimos una charla. Sobre la discriminación positiva en la educación, esta vez mezclando elementos raciales, genéricos y sociales, y relacionada entre otras cosas con la elección de centros. También oigo campanas sin saber exáctamente dónde, pero el caso es que parece que los hijos de "inmigrantes", mujeres solteras y/o maltratadas, o "personas en riesgo de exclusión social", tienen preferencia (no debe ser exactamente así, pero simplifico) a la hora de elegir centro de enseñanza para sus hijos. Lo que a priori parece ser una buena idea puede, siempre según las campanas que oigo sin saber dónde, dar lugar a absurdos como obligar a un hijo "normal" a cruzar una ciudad para acudir a clase porque su plaza natural, la cercana a su domicilio, fue elegida por un "desfavorecido". El problema debe estar en que a veces los "desfavorecidos" no aprovechan estas plazas, no ya obteniedo malos resultados, sino directamente no ocupando dichas plazas.
Con todo esto alrededor, la primera sabia conclusión del comité de expertos fue que no se deben desarrollar medidas de discriminación positiva sin complementarlas con otras medidas que contrarresten los efectos y compensen de algún modo a los perjudicados. O quizá con el tiempo dejemos de verlos como perjudicados, no lo sé. Y, por último (vuelvo a hablar de campanas), también recordé que, en mi año made in USA, alguien mencionó algo así como una ley que obligaba a las universidades a reservar un tanto por ciento de sus plazas a estudiantes negros. La medida debió ser bastante polémica. Lógico. Se discriminaba a las personas por el color (blanco) de su piel. Pero el caso es que también me contaron entre otras cosas que, años después, los índices de criminalidad de la población negra habían descendido. Que tampoco sé si es verdad, pero basta para no saber qué está bien, qué está mal y, sobre todo, para tener cuidado con según qué leyes o según qué afirmaciones.
Sobre el mismo tema, pero en otro ámbito, también tuvimos una charla. Sobre la discriminación positiva en la educación, esta vez mezclando elementos raciales, genéricos y sociales, y relacionada entre otras cosas con la elección de centros. También oigo campanas sin saber exáctamente dónde, pero el caso es que parece que los hijos de "inmigrantes", mujeres solteras y/o maltratadas, o "personas en riesgo de exclusión social", tienen preferencia (no debe ser exactamente así, pero simplifico) a la hora de elegir centro de enseñanza para sus hijos. Lo que a priori parece ser una buena idea puede, siempre según las campanas que oigo sin saber dónde, dar lugar a absurdos como obligar a un hijo "normal" a cruzar una ciudad para acudir a clase porque su plaza natural, la cercana a su domicilio, fue elegida por un "desfavorecido". El problema debe estar en que a veces los "desfavorecidos" no aprovechan estas plazas, no ya obteniedo malos resultados, sino directamente no ocupando dichas plazas.
Con todo esto alrededor, la primera sabia conclusión del comité de expertos fue que no se deben desarrollar medidas de discriminación positiva sin complementarlas con otras medidas que contrarresten los efectos y compensen de algún modo a los perjudicados. O quizá con el tiempo dejemos de verlos como perjudicados, no lo sé. Y, por último (vuelvo a hablar de campanas), también recordé que, en mi año made in USA, alguien mencionó algo así como una ley que obligaba a las universidades a reservar un tanto por ciento de sus plazas a estudiantes negros. La medida debió ser bastante polémica. Lógico. Se discriminaba a las personas por el color (blanco) de su piel. Pero el caso es que también me contaron entre otras cosas que, años después, los índices de criminalidad de la población negra habían descendido. Que tampoco sé si es verdad, pero basta para no saber qué está bien, qué está mal y, sobre todo, para tener cuidado con según qué leyes o según qué afirmaciones.
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