domingo, 23 de marzo de 2008

Pringles

Una compañera de curro y yo bromeamos a veces sobre nuestra pertenencia al "club de los pringles" (o "pringels", todavía tenemos claro cómo se escribe). En cristiano viene a ser el club de los pringaos, de esos que hacen trabajo de más cuando otros hacen de menos, de esas personas que son buenas y que de buenas que son corren el riesgo de ser confundidas con tontas. La buena noticia es que a la larga los pringaos salimos ganando. Bueno, no exáctamente, pero más o menos es lo que viene a decir un estudio de Harvard (que quieras que no tiene prestigio). Explicado ya está en la noticia, así que no entro en detalles (justifica sus conclusiones a través del dilema del prisionero "iterado"), y en realidad tampoco mucho que decir al respecto, pero me ha gustado (y me ha llamado la atención) porque podría ser algo parecido a una explicación ¿científica? a la buena suerte que algunos dicen que siempre me acompaña. Que al final resulta que los pringaos salimos ganando.

Las conlusiones, un poco con palillos, podrían extrapolarse a la sociedad. Cuando alguna vez hemos hablado de ello, me he definido como "pro-sistema". No quiero decir que piense que es perfecto (que no), pero sí que el sistema y la sociedad (opuestas a formas de vida asociales y desorganizadas) me proporcionan unas garantías mínimas que evitan que tenga que preocuparme por la supervivencia y pueda dedicarme a actividades más provechosas como escribir tonterías en un blog. Más crudo, la "sociedad" evita que tenga que mirar por encima del hombro cada vez que salgo de casa y pelear a vida o muerte por mi comida (o peor, por mi vida). Tiene contrapartidas, vaya si las tiene, pero las ventajas, para mí, son innegables (aunque pueda y deba perfeccionarse mucho). Y la gracia del asunto es que todos (o muchos, que en el fondo los pringaos somos mayoría) debemos pensar más o menos lo mismo porque si no, obviamente, la "sociedad" y el "sistema" se desintegrarían. Todos debemos pensar lo mismo, aunque no sé si todos lo hacemos por las mismas razones. Y la gracia de ese estudio de Harvard es que demuestra que, aunque parezca que no, en el fondo los pringaos somos los que salimos ganando.

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