Una compañera de curro y yo bromeamos a veces sobre nuestra pertenencia al "club de los pringles" (o "pringels", todavía tenemos claro cómo se escribe). En cristiano viene a ser el club de los pringaos, de esos que hacen trabajo de más cuando otros hacen de menos, de esas personas que son buenas y que de buenas que son corren el riesgo de ser confundidas con tontas. La buena noticia es que a la larga los pringaos salimos ganando. Bueno, no exáctamente, pero más o menos es lo que viene a decir un estudio de Harvard (que quieras que no tiene prestigio). Explicado ya está en la noticia, así que no entro en detalles (justifica sus conclusiones a través del dilema del prisionero "iterado"), y en realidad tampoco mucho que decir al respecto, pero me ha gustado (y me ha llamado la atención) porque podría ser algo parecido a una explicación ¿científica? a la buena suerte que algunos dicen que siempre me acompaña. Que al final resulta que los pringaos salimos ganando.
Las conlusiones, un poco con palillos, podrían extrapolarse a la sociedad. Cuando alguna vez hemos hablado de ello, me he definido como "pro-sistema". No quiero decir que piense que es perfecto (que no), pero sí que el sistema y la sociedad (opuestas a formas de vida asociales y desorganizadas) me proporcionan unas garantías mínimas que evitan que tenga que preocuparme por la supervivencia y pueda dedicarme a actividades más provechosas como escribir tonterías en un blog. Más crudo, la "sociedad" evita que tenga que mirar por encima del hombro cada vez que salgo de casa y pelear a vida o muerte por mi comida (o peor, por mi vida). Tiene contrapartidas, vaya si las tiene, pero las ventajas, para mí, son innegables (aunque pueda y deba perfeccionarse mucho). Y la gracia del asunto es que todos (o muchos, que en el fondo los pringaos somos mayoría) debemos pensar más o menos lo mismo porque si no, obviamente, la "sociedad" y el "sistema" se desintegrarían. Todos debemos pensar lo mismo, aunque no sé si todos lo hacemos por las mismas razones. Y la gracia de ese estudio de Harvard es que demuestra que, aunque parezca que no, en el fondo los pringaos somos los que salimos ganando.
Las conlusiones, un poco con palillos, podrían extrapolarse a la sociedad. Cuando alguna vez hemos hablado de ello, me he definido como "pro-sistema". No quiero decir que piense que es perfecto (que no), pero sí que el sistema y la sociedad (opuestas a formas de vida asociales y desorganizadas) me proporcionan unas garantías mínimas que evitan que tenga que preocuparme por la supervivencia y pueda dedicarme a actividades más provechosas como escribir tonterías en un blog. Más crudo, la "sociedad" evita que tenga que mirar por encima del hombro cada vez que salgo de casa y pelear a vida o muerte por mi comida (o peor, por mi vida). Tiene contrapartidas, vaya si las tiene, pero las ventajas, para mí, son innegables (aunque pueda y deba perfeccionarse mucho). Y la gracia del asunto es que todos (o muchos, que en el fondo los pringaos somos mayoría) debemos pensar más o menos lo mismo porque si no, obviamente, la "sociedad" y el "sistema" se desintegrarían. Todos debemos pensar lo mismo, aunque no sé si todos lo hacemos por las mismas razones. Y la gracia de ese estudio de Harvard es que demuestra que, aunque parezca que no, en el fondo los pringaos somos los que salimos ganando.
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